26 de julio de 2005

Temporada de cemento

Temporada de cemento
Bosques ajenos a la distancia que hoy separa
las vértebras de los ancianos más ancianos
y siluetas arbóreas que se divisan entre el humo
por la quema de las hojas del otoño
casi invierno
de este lado del Atlántico,
llegaron desde el silencio oscuro de la luna
para permanecer expectantes ante el grueso
resplandor
que lastima los espejos que están hechos con
las lágrimas de aquel analfabeto
escritor
ciego de los versos más ardientes
a la hora de hablar de amor sin poder describirlo.
Personales esperanzas
depositan la confianza en el banco
de una plaza
sin juegos o con ellos
pero sin niños
ya que es tiempo del regreso
del gigante que ensordece sus palabras
con estruendos demagogos
y cómplices aduladores que suben al tobogán
para tirarse boca abajo
y enterrarse la arena en los ojos
para llorar su infierno y apagarlo.
Ridículo mundo de ases
en un póquer donde cuatro mastican la oreja
y uno se pierde el banquete para asistir al velorio
del cubilete encerrado entre las paredes de concreto
alzando entre los presentes el cuerpo inmune
sin el alma de los que caen en azar inminente
de los dueños que manejan estos hilos de manera artesanal.
Medicina sin remedio va viajando en colectivo
sea ochenta, sea un peso
sean kilos, sean liras
que deliran al verano que salió del cautiverio
y que rompió ese cascarón buscando arte, sudor y lápidas
para volver a encerrarse en esa antigua inversión
de la temporada de esquila
que comienza por televisión.

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