26 de agosto de 2011

Loop

Loop
Qué aburrido era
no salir con vos
a dar ninguna vuelta
porque hasta pasear nos salía mal.
Sosa y divertida como galleta de arroz
las tardes no yendo al parque
viendo a rambo en el televisor.

Los días lo mismo que regar un bonsai,
ni verte desnuda, prefiero la sal
esa que no sala.

Las noches lo mismo
no había sueños
sólo uno para dormir.
Abrías la boca de par en par
sin taparte los dientes ni el maxilar
dos segundos después yo te hacía un cover
y todo volvía a empezar.

22 de agosto de 2011

Google


Te busco y sé donde vas a estar
siempre en la barra
A veces prefiero dejarme llevar
creer que voy a tener suerte
y sugerirme que te encuentre
lo primero en su lugar.

oh, decime qué es lo que cocinás
en los labs

Dejame que te anuncie en soprano
(bien arriba y al costado)
que aunque importen posiciones
una tocada vale más
que mil impresiones

En tu casa, siempre vestida para la ocasión
oh, quiero documentar nuestro amor
en los docs

Yotuve otros antes que vos
que no entendían lo que es buscar
con dos palabras a mi me alcanzó
sé que esto da para +

19 de agosto de 2011

La maldad

Para ejercer la maldad, primero tuvimos que haber sido niños. Porque ser niño, a los varones los gradúa de una forma de maldad y, a las mujeres, de otra. Los varones se reciben de turros y, las mujeres, de conchuda -quizás el segundo suene más fuerte que el primero, pero de ninguna manera quiero que la fonética me convierta en un misógino-.
El nene es turro porque es pícaro, ladino; ladilla. La nena es conchuda porque es artera, manipuladora; putita.

El colegio primario es a la maldad lo que la humedad a los champignones: es el caldo de cultivo perfecto, que potencia las habilidades de los más bichos y hecha por tierra las incipientes esperanzas de los más näive.

La maldad de un nene o nena, también, está directamente relacionada con la presencia o ausencia de un hermano/a mayor en la familia. Numerosos ensayos y películas se han escrito con la temática “represor-reprimido” y ésta no es la excepción. El maltrato verbal y las golpizas incesantes propinadas por los hermanos mayores a los menores, tienen inmediata resonancia en el proceder de este último en la relación con sus compañeritos. Es inevitable que el niño proyecte todo su odio, sumisión y humillación en cualquier oportunidad que se le presente para descargar, en actitudes típicamente freudianas.

Aquellos que tienen hermanos más chicos (muy chicos), son el típico caso de los niñosque son regresados a sus casas con “tu hijo es un sol”, mientras las madres piensan “sí, porque ya me quemó tres cortinas”, sin comprender que el niño es malo, turro, porque no se banca a su hermanito.

De acuerdo a un estudio de la Universidad de Massachusetts con pruebas realizadas sobre gorgojos, existiría la maldad sana. Aunque suene más contradictorio que el dulce de leche light, los estudiosos de la materia destacan algunas situaciones en las que la maldad ejercida por los niños es la válvula de escape de situaciones reprimidas.

Algunos ejemplos:

EFECTO
CAUSA

El niño difama a un compañerito alegando que éste lleva ropa interior sucia.

El niño se meó encima a la noche, su hermano no lo auxilió y ahora anda paspado.
La niña escribe una carta de amor en el colegio, la firma con el nombre de otra y se la entrega al más feo del curso.

En casa, mientras veían la película, la niña fue comparada con Fiona cuando está convertida en ogro.
El niño obliga a una compañerito de jóvenes pulmones a dar pitadas a un cigarrillo.

El niño fue descubierto por su madre en la bañera mientras jugaba con un Ken, el novio de Barbie.




12 de agosto de 2011

De pequeño


El olor de las tostadas de pan de Vivace no dejaba que me concentre en las palabras que leía mi papá.
La habitación era blanca, con la cama en el rincón derecho mirando de frente a la puerta.
Las tostadas se tostaban hasta tener la dureza justa para que al untar la manteca no se agujereara.
La cama tiene una colcha de esas que están hechas de muchos cuadrados tejidos unidos entre sí.
Además de la manteca, arriba de la tostada venía un dulce rojo con pedazos grandes de algo.
Yo me tiraba en la cama y mi papá me leía sentado en una silla de madera oscura, como de algarrobo, pero con el asiento de mimbre.
Con las tostadas venía un Nesquik que se preparaba así: primero el polvito, después el azúcar, después un poco de leche para revolver y hacer una pastita y después más leche hasta arriba de todo.
Mientras mi papá leía las historias yo fijaba la vista en algún lugar blanco y me imaginaba un lobo feroz soplando una casita de paja y adobe.
Después de terminar la leche, me limpiaba los bigotes. Y después de terminar la leche y limpiarme los bigotes, con una cuchara chiquita de metal me comía la pastita que había quedado en el fondo del vaso rojo de una promoción de Coca Cola.
También esperaba que mi papá mintiera y cambiara la historia, porque siempre lo hacía para comprobar que yo estaba atento. Y yo siempre estaba atento.
Las tostadas no se podían repetir porque sino a la hora de la cena no iba a tener hambre y mi mamá ponía cara de traste.
Mi papá no decía “y colorín colorado…” porque sabía que yo lo miraba con cara de “otra vez, papá”, pero entonces había un acuerdo entre los dos que cuando terminaba el cuento nos mirábamos y nos reíamos.

Jajajajajaja!