21 de noviembre de 2011

Hay una plaza


Hay una plaza
Había hecho planes hoy
para que lloviera todo el día
por el agua de las plantas
por el verde de los parques
pero más por el ansia de quedarme
haciendo nada en casa.

Amanezco encandilado
destapado del calor
pajaritos cantan la de Arjona.
En el B corrían muebles
los de abajo taladraban
nada podía ser peor.

En la tele veinte grados y subiendo
bermudas, zapatillas sin medias
salgo en dirección al planetario
camino eludiendo marcianos
hasta llegar a la plaza
otra vez la plaza.

Hay

Un negro, un coreano
Gulliver, un enano
para una gráfica de Benetton
hay un rubio, un colorado
un albino, un anciano.

Un morral en bicicleta
unos anteojos con marco
sacando fotos a mansalva
digital camera kills the photo art.

Una fogata sin fuego
una barba tocando su guitarra
las chicas revolotean con su onda vaga
sueñan con afeitarlo, anudarle la corbata
comprar un perro
tener dos hijos.

Una patineta voladora
y un pibe oliendo el cemento.
Un Maradona haciendo jueguito
que es un queso en los picados.
Un barrilete remontando polvo
y un niño perdido encontrado.

Una vianda para las hormigas
palito bombón helado.
Unos rollers alineados
los patitos fuera de fila.
Un frisbee bien tirado,
un boomerang que no vuelve
y todo el mundo agachado.

De bermuda y zapatillas
haciéndose el canchero
hay un pibe en un banco verde
mirando para todos lados
riéndose de la gente
mientras escribe en un cuaderno anillado.



Atrás hay otro banco
un pibe de jean y ojotas
riéndose mientras escribe
mirando al canchero de adelante.

Desde acá


Desde acá

Debe haber empezado el verano. O quizás la corriente del niño trajo una primavera muy calurosa, porque las estalactitas comenzaron a gotear. Puedo oír las gotas. No las puedo ver, pero imagino algunas diminutas porciones de agua caer en un vuelo constante, otras en una ruta agrietada desparramándose entre las paredes.

El musgo tiene esa consistencia esponjosa y asquerosa a la vez,  imagino toda la superficie sucia, verde, llena de líquenes como los de algún manual de escuela. En esos manuales también hablaban de pinturas rupestres, pero no logro palpar con mis dedos sobre la roca húmeda ningún jeroglífico, ninguna señal de otro que, como yo, hubiera estado acá.

Mi conexión con el exterior está dada por el ruido de los árboles al crujir, el temblor provocado por las pisadas de algún animal de buen porte y el repiqueteo insistente de una lluvia pasajera. Desde que estoy acá, comencé a imaginarme historias entre estos tres actores. Aunque a veces con la irrupción de mi fantasía, siempre se desarrollaban en el marco de una lógica preciosa, atando hasta el último peldaño suelto y dándole al relato un cierre sin fisuras.

La primera semana me imaginé un elefante corriendo tras la única nube de agua, que era alentada por los vientos de los árboles a avanzar cada vez más rápido. Al mes, podía ver como un oso volteaba un roble en su afán de conseguir miel, quedaba atrapado y vivió hasta morir alimentándose de hojas y usando éstas como canaletas después de la lluvia. Más adelante en el tiempo, sentí como el inconfundible ruido de las motosierras era seguido por el temblor de los árboles al caer. Nunca volví a escuchar animales, nunca más a la lluvia.

17 de noviembre de 2011

Ratalada

Ratalada
Después de la lluvia veo palomas bajar
a comer semillas de pasto o alguna lombriz
y eso me gusta.

En los carritos de la Costanera
(El Torito y sus bondiolas)
su pico es una pinza asesina
que atrapa la carne, la despedaza
ayudada por las garras que trituran la fibra
de un vacío mal comido
con los ojos inyectados en sangre y el lomo
arañado de algún duelo pasado
la cresta despeluchada por un vuelo rasante
de aterrizaje forzoso
todo por un pedazo de carne.

Llevan hojas de laurel
son el símbolo de la paz
y eso me gusta.

Algunas de papada de sapo
ves que corren saltan torpes
de aleteo intimidante
buscando hembras para pisar
divisan su presa
comienza el ruido gutural
el desconche de las plumas
esa histérica paloma que muestra la cola
pero corre.

Dicen que se comen otros bichos
y que evitan plagas
y eso me gusta.

De chico en la plaza
tirar pancito hecho miga
alejarse y se acercaban a comer con los gorriones
luego correr a espantarlas.
Ahora en la calle pisan fuerte
mirada desafiante que se inmola
en mis pupilas
no te eluden, no te esquivan
en su vuelo kamikaze
desde un árbol
están tramando algo
no me gustan
esas ratas con alas.