11 de octubre de 2011

Veo, veo

Veo, veo
Dibujé un celeste, lo pinté color cielo
quise calcarlo de una ciruela
pero un benteveo picaba y picaba los agujeros
chorreaba algo negro espeso
mezcla de néctar y pesticida
ya no veía lo que calcaba
si era cielo o era ciruela.

Al dar vuelta la paleta, vi a los colores salir
de una manzana y un canario
una orquídea y un sapo
de los árboles sus ramas se caía el marrón
de su copa manchó el néctar que un jilguero
volcó al picar una naranja.

Tupido verde, frondoso el olor a pasto cortado
vuelve a la tierra el agua cristal, el barro
para caerse y mancharse multicolor
con los raspones o las frutillas
rojas de dolor que dan ganas de comerlo.

Chamuscada de ir y venir la suela de algún zapato
ahora está en aquella baldosa de roca mica
retenida por un chicle violeta que hace globos grises
y se pone negro pegado a los labios.

Se espanta en llanto por el descubrimiento
llora lágrimas color café
moja las hojas que fueron blancas:
las rosas no serían rosas
si se llamaran plutifacias.

Ahora seguro aparece un chocolate
después del baño o en barra con amigos
granizado de sarampión
hecho torta, deslucido
diluido en leche fría como el vidrio
servida en cartón plateado.

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