Estaba con tiempo, así que me fui caminando. Desde el Dique 1 en Puerto Madero hasta el Centro Cultural General San Martín (CCGSM) le habré puesto una hora y pico, caminando cansino, tranquilo.
Debo reconocer que había ido una sola vez al Centro y que recién me dí cuenta cuando vi su edificación: instantáneamente recordé cuando, hacía ocho años (yo tenía doce), había ido a ver a Leo Masliah con mi hermana.
Entré, saqué la entrada y me fui a comer algo a la vuelta.
Empecé a encarar nuevamente para el lugar, que lentamente se poblaba de un nutrido grupo de adolescentes, juveniles y otros sub 30.
Primer sorpresa. Una. Dos, tres, cuatro. Bueno, ya fue. Nunca había visto tantas mochilas de Radiohead juntas. Y remeras, muchas remeras también. Me hizo sentir un poco más en mi salsa.
Entramos. Me siento en la fila 5 ó 6, en el primer asiento, al lado del pasillo central. Contemplé en derredor y hete aquí la segunda sorpresa de la noche, por lo menos para mí: es un ambiente de chicas lindas, (a priori) simples, con cara de "emocionables". No abundan.
Sube a escena Jackson Souvenirs, banda de seis integrantes púramente instrumental, ideal para musicalizar una película del estilo "Elephant", de Guus Van Sant. Me hizo acordar a "Lost Souls", el primer disco de Doves y un poco a Sigur Ros.
Después de cuarenta y cinco minutos, fabricaron un clima espeso pero dinámico para dejarle lugar a lo que realmente importaba en la noche, El robot bajo el agua.
El recital se va a desarrollar como el CD: una pista constante de fondo, sin corte entre los temas, que oficia de base uniforme. En el escenario, además de Nicolás Kramer (cantante y frontman) y Lucarda (guitarra y voces), formaban parte del hábitat un individuo, mellizo de Frank Black, que hacía mímica imitando tocar la batería y un polifuncional que tocaba un instrumento no menos polifacético que él, que consistía en una rueda de bicileta con algunos adminículos que formaron parte de todos los temas.
El tema tres fue "Te quiero" y ahí comencé a entrar en el clima que invitan estos chicos. Las letras de todos los temas son simples, cortas, pero inteligentes. Tienen qué decir, lo hacen a su manera y saben cómo conectar su sensibilidad con la de todos los presentes. Nicolás canta (entre Thom Yorke y Billy Corgan) como un chico que ruega, con sonidos guturales que van y vienen, pero que se te quedan impregnados sin empalagar. Es infantil, sí, y lo demuestra al sonorizar uno de los temas con una Rana René panzaparlante, una ametralladora con ruidito y una bocina para bebés.
Vuelven para los bises y entonan "El amor es más fuerte", cuyo estribillo muta al ingenioso "... pero el robot es más fuerte". Se van y llueven aplausos.
A la vuelta sucede lo que evidentemente todos, menos yo, esperaban. Y no por cortamambo, sino porque no sabía que Jaime Sin Tierra se volvía a juntar.
Ovación. Ruido. La hinchada vitorea "Jaimeeee, Jaimeee" y los muchachos devuelven con dos temas que anticipan el show del reencuentro que planean para el miércoles 21 de este mes. Si bien dicen que no piensan volver a grabar juntos, es una excelente oportunidad para ver a una de las bandas emblema del indie melanco pop nuestro de los años '90. Yo ya tengo mi entrada que, oportunamente, vendían a la salida del show.
Redondeando, me fui chocho. Vi tres bandas, logré (y qué logro!) sentirme en un ambiente propio y estreché y prolongué mis lazos con la sensibilidad melómana. Y tiene cuerda para rato.
*Post dedicado a la señorita Ugenia
4 comentarios:
gracias santi!! muy bueno!
lástima no haber podido ir, pero con toda esta data es casi como haber estado ahí.
Me enteré de lo de jaime, buenísimo.
Obvio no puedo, supongo de todas formas que ya se deben haber agotado, no?
fui a ver la muestra de helio oiticica. Estuve como 20 minutos tirada en la hamaca paraguaya. Recomiendo. Algo distinto.
Por lo menos ahí, en el lugar, no se habían agotado. No sé ahora cómo vendrá la mano.
La de Helio Oiticica al final no la pude ver cuando fui al cine, porque ya había cerrado. Voy a ver si el sábado me hago un impass durante el Festival Buen Día y voy un rato a tirarme en la hamaca.
Buenos Aires tiene más de lo que parece. Qué buena salida.
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