Sucedió lo que temía.
Fui allá y me enamoré.
Me obligó a escribir. Simple, pero escribir al fin, rimando mares, arenas, mates, orillas y esos ojos. Caminatas, tejos, zambullidas, aguas vivas, tapiocas. Una salida una noche.
También me contaste de tu novio.
Lo bueno de haberte conocido es de lo que me dí cuenta después: existen mujeres hermosas que son aún más inteligentes. Coquetas y elegantes. Macanudas y desprejuiciadas.
Tal vez chicas como vos existan, también, para que uno se dé cuenta que muchas veces sufre por gente netamente prescindible.
Gracias, entonces, por permitirme esa maduración.
Gracias por esa última tarde con el Rapigrama.
6 comentarios:
Qué inteligente!
Aprovechando el enamoramiento y disfrutándolo y no sufriendo!
Me encantó!
brindo por eso...
me sumo al brindis!! salud!!!
Esas calles dan para enamorarse y no parar. A veces convenía esconderse por un momento porque su belleza yo creo que se debe a las chicas que la caminan.
La ciudad... sí, está bien.
vas a tener que contar más santi, queremos saber!!
Me enamoré.
Mal.
Como siempre.
Así me fue.
Mal.
Como siempre.
Pero juro que esta vez miro la mitad del vaso lleno y sé que fue útil, que me sentí bien y capaz de sostener una conversación interesante e inteligente con una mujer.
Hay pocas, sí. La dejé pasar, puede ser.
Eso es lo que me queda trunco en esta historia.
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